lunes, 2 de marzo de 2015

Muñecos rotos

Muy poca gente sabe lo que es el dolor, el de verdad. Ese que nubla la vista y reduce el alma a cenizas. Es un fuego devastador que lo destruye todo a su paso, ese que cuando decides levantarte te da golpe tras golpe hasta que vuelves a quedarte con él, obediente, sin el mínimo atisbo de compasión.
Yo sé muy bien lo que es el dolor. Llevarlo colgado al cuello como otra pieza de bisutería, sin que se note que está ahí. Durante el día, lo contengo, he aprendido a hacerlo… he tenido que hacerlo. Al principio me desgarraba, se abría paso en mi interior sin importarle que muriera desangrada. A él qué le importa eso, a mí qué me importa… si es lo único que puedo sentir. Me destroza el corazón todos los días, lo va consumiendo y cuando parece que ya no puede soportar más dolor, otra oleada más intensa lo traspasa dejándolo vacío, demostrando que él puede manifestarse como quiera y cuando quiera… sin límites.
Aprendí a mirar a la gente que me rodeaba y sonreírles, parecer feliz, ese es el precio a pagar y no es justo. Por qué tengo que fingir que soy feliz cuando me consumo día tras día, pesadilla tras pesadilla. Ah! Ya me acuerdo… alguien dijo eso de a mal tiempo buena cara. Pero qué sabrán ellos de malos tiempos, del dolor en estado puro, el dolor personificado… qué sabrán de mí. Me miran como si estuviera huérfana, pero cuando ven que consigo algo bueno para mí me miran como si la miraran a Ella… Y entonces vuelve el dolor. Ven en mí su reflejo, su pasado. Son como agujeros negros que lo absorben todo, que nunca se quedan satisfechos, se alimentan de tu dolor como si lo necesitaran para sobrevivir.
Si supieran las veces que le he abierto la puerta a Ella y a los hombres que traía a casa, todas las madrugabas que me levantaba para hacer lo que ella debería hacer y todas las noches que me he quedado despierta preguntándome por qué me hacía todas esas cosas… me obligó a crecer, a borrar todos los recuerdos de mi vida para poder empezar una nueva en la que ella no existiera… pero si existe. Ella está en todas partes mirándome, riéndose de lo malo de mis días y la veo temerosa como los niños ven en la noche sombras de personajes desdibujados. Esos monstruos no están ahí, al igual que Ella no está aquí… pero está dentro de mí. La veo en cada pesadilla, en cada lágrima, en todas las cosas malas de mi vida. En mis desamores y frustraciones, es como una ola que avanza y no se detiene ante nada, que quiere destruirme…  pero porqué… porqué sigue queriendo hacerme daño.
El dolor es tener miedo, pero no de ese miedo que pasas cuando ves una película de terror o cuando oyes ruidos extraños en casa, es un miedo continuo a romperte, a volver a caer en un pozo oscuro y húmedo del que sabes que no volverás a salir. Miedo a dejar de llorar por costumbre, a mirar al horizonte y no ver nada, olvidar lo que es que alguien te abrace y te diga “no te preocupes, yo estoy contigo” y dejar que la soledad te lleve. Ese dolor no se va con terapia ni con gente que te quiera, se queda ahí como se quedan las cicatrices de las heridas más profundas, y cuando alguien o algo te hace daño vuelve a brotar para recordarte que eres frágil, que puede hacerte volver a empezar de cero si se lo propone.
Así es el dolor de verdad, oscuro e impasible, y lo único que puedes hacer es avanzar, poco a poco e intentar superar los obstáculos que te encuentras día a día… sonreír y creerte eso que te dice el vecino de que cada día estás más guapa, dejar que la gente entre en tu vida y pensar que se alegran por ti, aunque no sea cierto.

Desde que soy quien quiero ser voy muchas veces a mis sitios favoritos, la playa, el rio,… sitios donde casi nadie va en invierno. Me quedo allí mirando a ninguna parte y recuerdo porque soy lo que soy, porque sigo estando rota por dentro y porque nunca, en lo que queda de mi vida, estaré bien del todo… Y entonces me permito llorar lo que no he llorado desde la última vez, me permito odiarla hasta la saciedad, y es hasta enfermizo lo que siento hacia Ella… pero lo necesito. Necesito odiarla para no parecerme a Ella, contar todas las cicatrices que me ha ido dejando y aún me deja y memorizarlas, una por una, para no olvidar nunca más mis recuerdos. 

2 comentarios:

  1. Sólo decirte que has tocado ese trocito de mi que aún se está recomponiendo, quizás no tenga nada que ver con el dolor del que hablas, pero también es devastador que hasta a veces parece que puede con una misma, pero sólo lo parece. Con esto quiero decirte que gracias por mostrar un pequeño trozo de ti. Y como digo yo: Sonrisas por fuera y batallas por dentro.
    Un besazo tocaya y paisana!;)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias tocaya por tu comentario!!La verdad es que es una sensación dolorosa pero que nos enseña tanto... Supongo que todos tenemos una parte dentro de nosotros que intenta día a día recomponerse. Un fuerte abrazo! :D

      Eliminar